Te pediría que escribieras por mí, algo a cerca de como afrontar la
valentía, de como dejarse llevar por los impulsos, las ilusiones y los sueños
te lleva realmente a ellos. Te pediría que me leyeses en voz alta algún poema
de los tuyos en los que me inspirases a decir las verdades a los cuatro
vientos, te pediría y te pido que me expliques por enésima vez el proceso de la
vida y cómo podemos afrontarla si carece de sentido. Cántame con los párpados
cerrados dulcemente sobre tus ojos cómo es posible que tengamos tanto miedo al
fracaso.
Entonces tu afinas tus finas cuerdas vocales y me susurras al oído que es la felicidad escondida bajo los mantos de planes y propósitos, es el éxito agarrotado por el frío y el anhelo vacío, es la certeza del resguardo, es el plan A que con más importancia qué cualquier otro decide ponerse al final de la lista para asegurase de que nunca falla.
Y así se pasa el tiempo, así es cómo al final lo odiamos, desaprovechándolo, temiendo que algún día nuestros sueños se pierdan con él y no con nosotros mismos.