viernes, 27 de febrero de 2015

Primera sesión.

Esta absolutamente claro que nadie va a vivir mi vida por mi, es algo a lo que me niego evidente y rotundamente en cada uno de los aspectos. El problema es que para hacerlo necesito tomar una serie de decisiones que soy incapaz de tomar. Debería responder a un millón de preguntas que resuenan silenciosas una y otra vez por el interior de mi cabeza, y las ignoro, por que he aprendido a hacerlo, he escogido el camino fácil, como siempre, he decidido ponerme los cascos y pensar en otra cosa, he decidido que otra persona responda a esas preguntas, y lo peor de todo, lo que no tiene remedio es que me importa un verdadero pimiento quien responda al millón de preguntas de las cuales nacerán los brotes del jardín que será mi vida. Y no me importa quien las responda, o ni si quiera si son respondidas, no importa en absoluto si es mi madre, mi padre, mis amigas o mi futura yo.
El problema llega cuando la acumulación de preguntas sin responder forman una nube tan oscura e intimidante que me impide ver el mundo con ojos claros, y todo a mi alrededor es de un oscuro comparable al de la nube de preguntas. Y ya cuando, cuando crees que te puedes acostumbrar a verlo todo a tu alrededor con ese tono oscuro y surrealista, llegan de fuera más preguntas que no quiero responder, como atacando por todas las partes posibles, estoy convencida de que en algún momento mi periquito aprenderá a hablar solamente para hacerme alguna de esas preguntas.
Y no se que hacer, me siento tan cohibida.
Le diría eso a mi psicoanalista si lo tuviera, pero desgraciadamente todavía no se ha sacado la carrera y no me apetece agobiar a nadie más con este tema, así pues he decidido crear en mi cabeza, detrás de la nube negra a mi psicoanalista personal.

¿Te das cuenta de lo poco que me cuesta tomar decisiones tontas?_ le preguntaría.


Él, o ella, me respondería que sí, que se da cuenta y que intentase tomarme toda de la misma manera.


Resulta que no puedo psicoanalista imaginario, resulta que las decisiones que tengo que tomar antes de empezar a deshacer la estúpida nube, son las que van a construir el pequeño sendero por el que voy a caminar el resto de mi vida, y sabe usted lo que más me fastidia de todo, que no quiero seguir siempre el mismo camino, que no me parece justo no poder escoger otros caminos cuando me canse de ese, quiero ver más paisajes, caminar por distintos tipos de suelos y respirar distintos tipos de aires. No puedo responder a ninguna pregunta porque me niego a trazar ningún odioso camino, quiero tener todas las posibilidades abiertas todo el tiempo posible._ y me pondría a llorar sin querer de la rabia que por fuera no se apreciaría.


Pero el psicoanalista como está dentro de mi cabeza si podría apreciar. Y no se acercaría a mi al verme llorar, porque al ser parte de mi sabría que eso no me gustaría, así que seguiría sentado en su sillón de cuero sintético negro detrás de su blog de notas que todavía no he decidido si es rojo o amarillo.


Hay otro problema_ diría el psicoanalista, llamando mi atención, pero no levantaría la cabeza de entre las manos porque cuando lloro me gusta que me vean llorar, porque es cuando más bonita me veo, y no tendría miedo a hacerle daño al psicoanalista porque no me quiere y no le puede doler que sufra_ resulta que en estos momentos, aun que no lo parezca, aun que parezca que tiene un sinfín de caminos abiertos, solo tiene dos opciones, la primera es seguir evitando esa resolución de preguntas que parece que puede llevar echadas a la espalda durante el tiempo que usted quiera, pero le advierto, algún día puede que le estallen en la cara, algún día puede que sea tarde para tomar la otra opción.


Yo no preguntaría cuál es la otra opción, por que en esos momentos lo único que querría hacer es seguir llorando, pero esta vez tapándome la cara, y acurrucándome contra el abrazo de mi madre, y protegiéndome de cualquier adversidad, sabiendo que ella la resolverá por mi, y solo querría seguir llorando hasta quedarme dormida, aun que eso suponga que mi padre tiene que dormir en otra habitación. Porque son esas cosas las que tienen las madres, que a lo mejor no les podemos contar tantos problemas, ideas, propósitos o inconvenientes como a nuestros padres, porque no nos ofrezcan esa confianza o simplemente porque sabemos que a ellos les resulta más fácil resolver esos temas, pero las madres tienen otras cosas, otro poder me atrevería a decir, son capaces de crear refugios seguros y de calmarnos realmente cuando nos es imposible parar de llorar y son capaces de ver y comprender que algo no va bien sin ni si quiera haber abierto la boca.


La otra opción_ proseguiría el psicoanalista, es empezar a resolver tus problemas de una forma ordenada y saludable_ yo soltaría un JÁ irónico_ en primer lugar hay que ponernos con lo de la nube, porque pronto nos va a caer un chaparrón si no hacemos nada con ella, ¿por qué no haces un lista con todas las preguntas que logres distinguir en la oscuridad de la nube? Empieza por las de fuera y ves profundizando cada vez, haz una lista, eso se te da bien, lo sé. Cuando las tengas ordenadas no las contestes, únicamente decide, en las que puedas, si eres capaz de responderlas tu o necesitas ayuda de alguien. 


Yo me quedaría pensando en que mi psicoanalista esta todavía peor que yo, y que al final le voy a acabar cogiendo cariño.


Bueno querida, se nos ha acabado el tiempo por hoy, trae los deberes hechos para la próxima sesión, y si no quieres que te tomen por loca no le hables a nadie de mi existencia.


Creo que la gente de la que me importa minimamente su opinión, tienen la certeza de que estoy más loca de lo que en realidad querría estar.


Eso me alegra de diversas formas, que disfrute des-oscureciendo su mente, nos vemos en su próxima crisis.


viernes, 6 de febrero de 2015

Simplemente palabras

¿Por qué ellas querrán crecer? 
No entiendo esa obsesión por hacerse mayor, ni esa capacidad de creer que lo que venga después sea mejor de lo que es ahora, en este preciso y precioso momento.
Qué tiene realmente el madurar... Hay que crecer, eso esta claro, y también que el día a día se nos irá echando a la espalda cargado de sabiduría y experiencia. Que no hay día en que no se aprenda nada nuevo. 
Pero realmente, ¿hay algo más bonito que la ignorancia? 
Lo hay, se llama inocencia, libertad, humanidad, felicidad.
Si le preguntásemos a nuestros abuelos coincidirán en que la felicidad completa no existe, porque si es su larga vida todavía no la han encontrado, es porque no la hay.
También te dirán que en sus vivencias han visto violada la palabra humanidad y se reirán de la idea de la inocencia. ¿Y de la libertad que van a decirte? Si le preguntara a una de mis abuelas me diría que la libertad llegará cuando se vaya "al cielo", y la otra probablemente me diga que su libertad le ha salido demasiado cara.
¿Tengo que renunciar a la libertad para ser feliz? 
No creo que una palabra no signifique en el fondo lo mismo que la otra. 
Mi abuelo diría eso, que son simplemente palabras, y que le deje en paz.
Y yo evidentemente no le preguntaría que es para él la paz.

No quiero renunciar a mi inocencia para crecer, no quiero darme cuenta de que la humanidad existe en un espacio tan reducido que sea imposible de ver. No quiero dejar de ser libre, ni feliz porque la sociedad me obligue a crecer.

Soy de esas personas a las que les gusta dejarse llevar y deja para otros eso de tomar decisiones. No quiero tener preocupaciones, porque son lo contrario a la ignorancia, y esta me gusta. No quiero que me moleste dejar la mente en blanco y no enterarme de lo que pasa a mi alrededor. 
No quiero dejar de bailar al son de la inocencia. Ni dejar de gritar a los cuatro vientos que soy libre. No quiero dejar de sentirme feliz, ni de hacer feliz a los demás por mi propio beneficio, porque eso sería renunciar también a mi humanidad.
Porque ya voy a tener que renunciar a demasiadas cosas como para olvidarme también de quien soy yo.